En marzo de 1970 viajé a Nicaragua, que estaba gobernada por
el dictador Anastasio Somoza, para
asistir a la VIII conferencia de
la Unión Interamericana para la Vivienda (UNIAPRAVI) que se realizaría en
Managua.
Durante el desarrollo de
esta conferencia se inauguró el moderno
teatro Rubén Darío, con una
extraordinaria acústica que quedó en
evidencia cuando, sin micrófono , Somoza dio el correspondiente discurso tomando, en
cada pausa, un vaso de aparentemente agua que uno de los edecanes le
alcanzaba. Lo curioso fue que conforme
avanzaba en su discurso tenía problemas con la dicción.
Después me explicaron
la razón: No era agua, era vodka.
Al día siguiente asistimos a una cena de gala ofrecida en Palacio de Gobierno y al finalizar nos invitaron a los varones a un increíble
bar que quedaba en el sótano donde bajé en compañía de Ricardo García,
Secretario General de Uniapravi.
A
solicitud mía nos sentamos en la barra y comencé a tomar el excelente ron nicaragüense.
En determinado momento Ricardo me dijo: Vamos a
fotografiarnos con el Presidente.
No me tomo fotos con asesinos, le contesté.
Al voltear vi que
Somoza, con un par de edecanes, había
estado a nuestras espaldas.
Esa noche
dejé el hotel y me dirigí al aeropuerto para tomar el primer avión que me
alejara de posibles problemas.
Nueve años después regresé a Managua para dictar una conferencia, en el salón de actos
de un gran hotel, dirigida a los
directivos de las entidades de financiamiento habitacional.
Mientras dictaba la conferencia los asistentes se hablaban
al oído y se iban retirando
silenciosamente. Me alarmé y creyendo que era muy aburrido o estaba
diciendo algo incorrecto les pregunté a
los que se habían quedado:
Disculpen pero ¿por qué se retiran?
Acaban de tomar palacio de gobierno, me contestaron.
Otra vez dejé el hotel y me dirigí al aeropuerto para tomar
el primer avión que me alejara de
posibles problemas.
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